El desconocido y positivo efecto secundario de los medicamentos más innovadores

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Mejorar la salud y la calidad de vida de los pacientes. Es el fin primordial de los medicamentos, y en especial de los fármacos innovadores, que buscan superar los resultados de los tratamientos convencionales para beneficio del paciente y constituyen además uno de los elementos clave que garantizan el avance de la ciencia médica. Lo que es menos conocido es que los nuevos medicamentos, pese a suponer para los sistemas sanitarios una inversión mayor en primera instancia frente a los fármacos previos, tienen un efecto secundario muy positivo para la sociedad desde el punto de vista económico: ahorran costes de una forma muy importante, tanto en el propio sistema sanitario como en la sociedad y en la estructura productiva de un país.

Este ahorro de costes pasa inadvertido a menudo porque sus efectos beneficiosos se dejan notar en el medio y largo plazo -de forma que cuando se generan estos retornos a la sociedad pocos los asocian con la llegada de las nuevas terapias- y porque hasta ahora no ha existido una dinámica adecuada para poder relacionar los ahorros con los efectos beneficiosos de los fármacos innovadores.

Y estos ahorros poco conocidos por el conjunto de la sociedad son múltiples y de una enorme importancia en el ámbito sanitario -al evitar hospitalizaciones y consultas y mejorar la adherencia-, en el económico -al reducir bajas laborales y absentismo y mejorar la productividad- y en el social -reduciendo o evitando la carga de cuidados de la dependencia en el hogar-.

Así se desprende de las conclusiones del informe
El valor del medicamento
desde una perspectiva social, elaborado por el centro de estudios en economía de la salud Weber con el apoyo de Farmaindustria y publicado en marzo. El informe es un vasto compendio de estudios internacionales y españoles (pese a que en este caso son más escasos) sobre el medicamento innovador en sus distintas vertientes, entre ellas la referida a sus efectos sobre la economía y los sistemas sanitarios.

Pocas personas saben que por cada euro que se invierte en nuevos medicamentos el sistema público de salud puede ahorrar entre 2 y 8 euros, o que un año de esperanza de vida ganado, que en un 70% se debe a la innovación farmacéutica, proporciona 4 puntos de ganancia para nuestra economía

«Pocas personas saben que por cada euro que se invierte en nuevos medicamentos el sistema público de salud puede ahorrar entre 2 y 8 euros, o que un año de esperanza de vida ganado, que en un 70% se debe a la innovación farmacéutica, proporciona 4 puntos de ganancia para nuestra economía», señala Humberto Arnés, director general de Farmaindustria. A su juicio, a la luz de los datos que arroja el informe, resulta evidente que considerar el medicamento innovador como una inversión, y no como un gasto, es ya una necesidad».

A partir de la evidencia científica disponible, los autores del informe demuestran a través de numerosos casos la existencia del denominado «efecto compensación» de los nuevos medicamentos, que describe el hecho de que «el ahorro en costes que generan las innovaciones farmacéuticas es superior al gasto adicional que supone su adquisición, generando ahorros netos a la sociedad y/o al sistema sanitario» debido a que su efectividad «suele ser superior». Distintos estudios internacionales han corroborado la existencia de este efecto compensación, «obteniendo unos ratios de ahorro neto de entre 2,4 y 8,3 veces el gasto adicional» que suponen las innovaciones terapéuticas, gracias sobre todo a hospitalizaciones evitadas. Como es lógico, los ahorros son mayores a largo que a corto plazo.

Por otro lado, estos ahorros pueden ser directos o indirectos. En el caso de los ahorros directos, pueden ser sanitarios o no sanitarios. Con respecto a los primeros, se reducen la medicación, las consultas médicas, las urgencias, las pruebas diagnósticas, las hospitalizaciones, las visitas médicas domiciliarias y el transporte medicalizado. Asimismo, no hay que olvidar que las terapias innovadoras «a menudo mejoran la adherencia al tratamiento, permitiendo no solo disfrutar de unos mejores resultados en salud, sino también hacer un menor uso de los servicios sanitarios que los pacientes no adherentes, reduciendo así el coste sanitario asociado a los mismos», indican los autores del documento.

En este sentido, hay estudios en EE.UU. que indican que una reducción de un año en la edad media del medicamento, si bien se asocia con un aumento de 8,2 dólares en el gasto farmacéutico per cápita, se traduce después en una reducción de 45,4 dólares en el gasto sanitario total per cápita. Otro de los estudios recogidos en el informe, desarrollado en Suecia, estima que si no se hubieran aprobado fármacos innovadores tras el año 1992, el número de hospitalizaciones en 2009 hubiera sido un 12% superior.

Menos costes hospitalarios
En España, un análisis realizado por Farmaindustria –y recogido también en el informe de la Weber– determinó que el aumento del gasto farmacéutico hospitalario producido entre 1999 y 2005 generó una mayor reducción en el resto de áreas de gasto hospitalario, lográndose así un ahorro neto de costes hospitalarios. En este sentido, se estima que por cada 10% de incremento promedio del gasto farmacéutico hospitalario per cápita en pacientes externos, el gasto farmacéutico hospitalario aumentó en 2,5 euros per cápita, mientras que el resto de partidas de gasto hospitalario se redujeron en 3,6 euros, generando un ahorro neto de 1,1 euros per cápita en el gasto hospitalario total.

El ahorro de costes directos no sanitarios se deriva de los cuidados personales dedicados a personas con falta de autonomía personal, y pueden ser formales (provistos por profesionales, de forma remunerada) o informales (proporcionados por el entorno afectivo del paciente).

En el caso de los costes indirectos, el principal es que gracias a las nuevas terapias se reducen las bajas laborales y el absentismo y, en consecuencia, se incrementa la productividad. Entre los estudios que lo demuestran, uno publicado en Alemania en 2010, centrado en 16 grupos de enfermedades, concluye que cuanto mayor es el stock de nuevos medicamentos aprobados para tratar una determinada enfermedad, menor el número de años de trabajo perdidos atribuidos a dicha enfermedad. En este sentido, se estima que cada nuevo medicamento aprobado se traduce en un ahorro total de alrededor de 200 años de trabajo perdidos por mortalidad prematura y jubilación anticipada.

El presidente de la Fundación Weber, Álvaro Hidalgo, destaca que en este ámbito de los ahorros conseguidos por los medicamentos innovadores hay que priorizar el concepto de inversión, como gasto que se produce y va a tener un retorno más allá del primer año, frente al mero concepto de gasto, «que tiene siempre un horizonte temporal de corto plazo». «El cambio fundamental es tener una perspectiva de medio y largo plazo, así podremos considerar el medicamento como una inversión, y no sólo como un gasto en el corto plazo» señala.

Ahorros en patologías concretas
También se puede abordar esta realidad desde la óptica de distintas enfermedades específicas. En estos casos los nuevos tratamientos se han traducido en importantes ahorros en costes hospitalarios, que a menudo más que compensan el incremento en los costes farmacológicos.

En el cáncer los tratamientos oncológicos producidos entre 1989 y 2005 en Estados Unidos evitaron 1,55 millones de días de hospitalización en 2013, reduciendo los costes en 4.800 millones de dólares en dicho año, mientras que en Canadá las nuevas terapias que aparecieron entre 1980 y 1997 evitaron 1,7 millones de días de hospitalización al año, lo que equivale, en términos monetarios, a una reducción del gasto hospitalario de 4.700 millones de dólares canadienses en 2012, una cantidad superior al gasto atribuible a dichos medicamentos en ese periodo de tiempo.

En las dolencias cardiovasculares, un estudio del impacto sobre los costes sanitarios de la introducción de nuevos medicamentos antitrombóticos en el National Health Service británico concluye que aplicar un tratamiento anticoagulante a pacientes con fibrilación auricular está asociado a un ahorro neto per cápita para el sistema sanitario de 412 libras a corto plazo y 2.408 libras a lo largo de la vida del paciente, además de un ahorro para la sociedad de 94 y 1.379 libras, respectivamente. Al otro lado del Atlántico, otra investigación cifra en 4.800 millones de dólares el coste en hospitalización por ataques al corazón y accidentes cerebrovasculares evitado en un solo año en Estados Unidos gracias al uso de estatinas.

El uso de estos antihipertensivos durante la década de los 90 evitó en 2002 un coste sanitario directo de 16.500 millones de euros por infarto de miocardio y accidente cerebrovascular

En lo que se refiere a la familia de los antihipertensivos, los cálculos indican que en el mismo país el uso de estos medicamentos durante la década de los 90 evitó en 2002 un coste sanitario directo de 16.500 millones de euros por infarto de miocardio y accidente cerebrovascular, correspondiendo el 70% a costes hospitalarios, lo que supone un importante ahorro neto respecto a los 8.800 millones de dólares a los que ascendió la factura por estos tratamientos en 1998.

Los datos disponibles sobre VIH/sida demuestran que los avances farmacológicos han sido coste-efectivos gracias a la ganancia de años de vida que han logrado. En concreto, los nuevos antirretrovirales aprobados en Estados Unidos, si bien multiplicaron por seis el gasto farmacéutico entre 1993 y 2001, a cambio redujeron a la mitad el gasto hospitalario asociado a dichos pacientes y aumentaron la esperanza de vida en 13,4 años.

Aumento de la esperanza de vida
Un estudio concluye que si no se hubieran aprobado los nuevos antirretrovirales el gasto sanitario directo anual por paciente habría sido un 26% inferior, pero no se habría producido la ganancia en esperanza de vida atribuible a los medicamentos (un 60% de la mejora en esperanza de vida total producida en este colectivo entre 1993 y 2001). «El ratio de coste-efectividad incremental resultante es de 17.175 dólares por año de vida ganado, lo que implica que la intervención es coste-efectiva», señalan los autores del informe Weber, que añaden que estos resultados «son consistentes con los de otros estudios similares, que arrojan cifras de coste de entre 13.000 y 23.00

0 dólares por año de vida ganado gracias a los antirretrovirales».

También se registran ahorros en el terreno de la salud mental, y en concreto en el caso de los pacientes con depresión, donde el incremento del 243% del coste farmacológico para tratar la enfermedad entre 1990 y 2000 en Estados Unidos, que se tradujo en un aumento de 934 dólares per cápita, fue compensado sobradamente con unos menores costes sanitarios y no sanitarios (la productividad laboral mejoró en un 10%). Así, el coste de hospitalizaciones per cápita se redujo en 1.611 dólares en el mismo periodo (un 59%), mientras que el conjunto de los costes sanitarios experimentaron una reducción del 19%. Finalmente, el coste global, sanitario y no sanitario, de tratar a un paciente con depresión pasó de 9.721 a 8.419 dólares, lo que supone una reducción de costes del 13,4%.

Asma y esclerosis múltiple
En asma, un estudio desarrollado en Irlanda y publicado en 2011 muestra que el uso de un anticuerpo monoclonal en pacientes con asma severo durante 6 meses logró un ahorro sanitario neto de más de 800 euros por paciente, que asciende a 2.400 euros contemplando también los costes sociales, al reducir las exacerbaciones, disminuir el consumo de recursos sanitarios y propiciar una menor pérdida de días de trabajo.

En esclerosis múltiple, las conclusiones apuntan en la misma dirección: aplicar terapias innovadoras a una muestra de pacientes se traducía en un mayor coste de tratamiento farmacológico (2.520 frente a 1.012 dólares) frente al tratamiento tradicional, si bien este incremento resultaba ampliamente compensado a través de los ahorros generados en el resto de costes directos sanitarios, que se veían reducidos en un 64%, e indirectos (un 26% menos), generando un ahorro neto total de costes del 28%, es decir, de 2.595 euros por paciente. El 69% de dicho ahorro correspondía a costes sanitarios directos y el 31% restante a pérdidas de productividad laboral.