Las muertes asociadas al calor siguen bajando en España

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En los últimos años se han publicado numerosos estudios que alertan de que el cambio climático tendrá, ya a corto plazo, un efecto muy negativo sobre la salud de los seres humanos. De hecho, un estudio internacional publicado el pasado verano concluyó que este calentamiento global provocará cerca de 60.000 muertes prematuras ya en 2030 –y en torno a 260.000 en 2100–. Sin embargo, los efectos nocivos del cambio climático sobre la salud humana no serán un problema del futuro: ya son patentes a día de hoy. No en vano, ya se sabe que ha provocado un incremento de los casos de diabetes tipo 2. Y dado que este progresivo calentamiento planetario se inició hace ya varias décadas, es probable que también haya causado un aumento de las muertes asociadas al calor. Por ejemplo, en nuestro país, donde la temperatura media ha subido más de un grado centígrado desde los años 80 y las olas de calor veraniegas son cada vez más frecuentes. Pero, ¿ha sido realmente así? ¿Los decesos asociadas al calor se han visto incrementados en España en las últimas décadas? Pues según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, no. Y es que parece que la población española se ha adaptado al ‘cambio’ y es hoy en día menos vulnerable a las temperaturas elevadas.

Como explica Hicham Achebak, director de esta investigación publicada en la revista «PLOS Medicine», «de manera generalizada se ha asumido que el cambio climático se acompañará de un incremento de las muertes asociadas al calor, muy especialmente en lugares en los que la media de edad de la población esté aumentando. Sin embargo, en nuestro trabajo hemos viso que esto no tienen necesariamente que pasar si, como en el caso de España, el incremento de la temperatura es compensado por una disminución sostenida y generalizada en la vulnerabilidad a las temperaturas moderadas y extremas».

Más calor, menos mortalidad
En el estudio, los autores analizaron tanto los cambios en la temperatura registrados en 47 capitales de provincia en los veranos transcurridos entre 1980 y 2015 como el número de decesos acaecidos en estas ciudades durante cada uno de estos periodos estivales. Y lo primero que vieron es una elevación progresiva de la temperatura veraniega de cerca de 0,33ºC por década. Tal es así que podría esperarse que el riesgo de mortalidad asociado al calor hubiera aumentado conforme con la evolución de los registros de los termómetros. Pero no: este riesgo ha descendido progresivamente a lo largo de estos 36 años.
El resultado es una disminución del descenso de la tasa de decesos asociada al calor de cerca de un 0,5% por década.

Como refiere Joan Ballester, co-autor de la investigación, «nos hemos vuelto menos vulnerables al calor gracias a la adaptación de la sociedad a estas temperaturas más elevadas y, también, al desarrollo socioeconómico que hemos experimentado en décadas recientes. Las mejoras en los equipamientos de los hogares, la popularización del aire acondicionado, los avances en el sistema sanitario y las campañas de sensibilización son factores que pueden haber contribuido a esta tendencia descendente».

La tendencia decreciente observada en la mortalidad asociada al calor podría revertirse si el cambio climático se intensifica en el futuro

Sin embargo, hay una excepción en esta tendencia decreciente en la mortalidad asociada al calor y en la vulnerabilidad a las altas temperaturas: los decesos por causas respiratorias, cuya incidencia se ha visto incrementada de forma sostenida desde el año 1980. Sobre todo en mujeres.

Como indica Hicham Achebak, «esta tendencia podría explicarse por diversas razones, caso del envejecimiento poblacional y de un aumento de la incidencia de algunas enfermedades crónicas específicas».

Diferencias de género
Es más; el análisis de los datos también reveló la existencia de una diferencia de género. Y es que los decesos asociados al calor han sido más comunes entre las mujeres que entre los varones. Una diferencia que, además, también ha sido patente en el caso de la vulnerabilidad a las temperaturas moderadas y extremas, mayor de nuevo en las mujeres. De hecho, y si bien la tendencia general es decreciente, la brecha entre ambos sexos se ha mantenido cada año a lo largo de las últimas cuatro décadas.

Sea como fuere, parece que, en general, la población española ha sabido cómo lidiar con esta subida de los termómetros. Pero no hay que bajar los brazos. Ni mucho menos. Como concluye Joan Ballester, «todavía no sabemos si la tendencia decreciente observada en la mortalidad asociada al calor se mantendrá en caso de que el cambio climático se vuelva aún más intenso en el futuro».